xoves, 12 de setembro de 2013

Ou é diverso ou non é

Hai unhas semanas Carlos Prieto de El Confidencial preguntoume por correo electrónico se era "viable (cultural y comercialmente) un circuito alternativo (museos, centros culturales y festivales) para el cine de autor que no estrena comercialmente en salas" e engadía "¿Va por ahí el futuro?". O que lle respondín alimenta este interesante artigo publicado hoxe. Copio e pego a seguir o texto que lle mandei, na súa integridade:
Parece evidente que con los ingresos que puede generar ese circuito alternativo no es factible financiar cierto tipo de películas, y no hablo ya de superproducciones sino del cine español medio con presupuestos del orden de 1-2 millones de euros. Pero para películas cuyo coste está uno o más bien dos ceros por debajo ese circuito alternativo no es ya que sea viable, sino que es literalmente el único que existe.

Es muy probable que la película de Albert Serra consiga un estreno comercial convencional -aunque limitado- gracias a su premio en Locarno; pero no debemos olvidar que su anterior trabajo, El cant dels ocells, hizo oficialmente 2615 espectadores. Història de la meva mort puede que mejore esos datos -en el pésimo contexto actual no es fácil, créeme-, pero sería de ilusos esperar cifras de taquilla para la película de Serra que merezcan ser consideradas algo más que simbólicas. Lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que no hay en España más de 2615 personas con ganas de ver películas de Serra; lo que sí es probable, o más bien es seguro, es que esos espectadores potenciales no esperan verla en el centro comercial de turno (o al menos, no la mayoría). Y si eso sucede(rá) con Serra, imagina con películas como Costa da Morte. La mera idea de acceder al circuito comercial es una quimera.

Las cosas podrían ser de otro modo, de hecho en otros países -Francia es un ejemplo notable- son de otro modo. Esto es, aún es posible rectificar errores pasados y apostar por una mayor "cinediversidad" en las carteleras. Implicaría con seguridad políticas públicas de apoyo a la exhibición (para empezar, apoyo a la digitalización de las salas independientes) y una apuesta "divulgativa" decidida, a corto, medio y largo plazo, que conduzca a la formación y consolidación de "otro" público. Eso pasa por actuar en el sistema educativo, pasa por redefinir para qué se quieren las televisiones públicas -estatales y autonómicas-, pasa por preguntarse qué papel están cumpliendo en ese labor de difusión y formación las filmotecas -hay ejemplos sensacionales a imitar, caso del CGAI; en otros casos, mejor corramos un tupido velo- y también los festivales, etc.

Lo que apunto en el párrafo anterior "no se va a arreglar mañana". Entonces, ¿mañana qué hacemos? Pues sí, ahí es donde entra ese circuito alternativo cultural, el de filmotecas, festivales, casas de cultura, cineclubes, etc. Proporciona algunos ingresos, necesarios para que los autores puedan hacer más películas, y -sobre todo- proporciona espectadores, genera público que poco a poco se va familiarizando con otras formas estéticas y narrativas. ¿Va por ahí el futuro? Me gustaría que no fuera ese "el único futuro"; en cualquier país civilizado en ciudades con varios cientos de miles (o millones) de habitantes debería haber un espacio natural para toda esa clase de trabajos sin necesidad de recluírlos en "guetos" culturetas que además en algunos casos manifiestan un creciente nivel de precariedad. Pero, al menos por el momento, y mientras no se actúe radicalmente en sentido contrario, ese es el futuro posible. Y ese futuro supone unas formas de producción muy concretas, muy alejadas de los seis ceros.

Me gusta mucho Small Roads de James Benning y también me gusta mucho La boda de mi mejor amiga. Las dos son películas muy rentables. La boda... fue un gran éxito mundial y la de Benning, en su escala, en su circuito, también: se ve en muchos festivales, galerías, etc, y gracias a eso su autor seguirá haciendo más obras maestras. James Benning no vive en una mansión en Beverly Hills, ni creo que lo pretenda. La mayor parte de los cineastas del mundo a lo que aspiran es a (sobre)vivir haciendo películas, sin más. Digo esto porque en España hay todavía mucha gente -y mucha gente que escribe en grandes medios- que sistemáticamente actúa como si el único cine posible fuera el de los grandes números, el de los macroéxitos mundiales, y todo lo que escapa de eso para ellos no tiene importancia y, si me apuras, casi ni merece existir. Pues sí tiene importancia y sí merece existir, claro. El cine, como cualquier otra expresión cultural, o es diversa o no es. Por eso es preciso mantener y sostener circuitos que garanticen esa diversidad.

Martin Pawley

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